Perú
Por Raúl Zárate Ch. / Cajamarca
Cantábamos el himno patrio en el patio de la escuela, henchidos los pechos, voces que proclamábamos libertad, paz e igualdad; nuestros maestros nos inculcaban el amor a la patria en mañanas de horizontes claros y era esta un concepto distante, mas grandioso, augusto.
Con el correr de los años se desvanecieron las distancias, se aclararon las sombras, pero lo grandioso se tornó en decepción, indignación; como seguir cantando somos libres si son manos foráneas quienes trazan nuestro derrotero y orientan nuestras actividades económicas, como elevar nuestra historia si la suma de toda ella es el Perú incipiente, pobre y relativamente ajeno que tenemos.
Claro está, no se puede desconocer la loable labor de muchos peruanos tesoneros que forjaron nuestra identidad y en medio de nuestras diferencias, señalaron caminos a seguir; empero la mayoría de nosotros hemos dado la espalda, más aún hemos vendido como Esaú nuestra herencia patria.
Desde aquel muchacho que arroja basura a las calles, aquel que solo critica y nada construye, este que habla de honestidad y hurta fondos públicos, él que promete respeto al agua y se calla ante el oro, todos hemos lapidado el concepto de patria.
La ausencia de una sociedad crítica y de políticos honestos ha contribuido a agudizar este lamentable panorama, y es que ningún gobierno ha invertido en la educación, en poner coto a tanta corrupción y vulneración de las leyes.
Entre la disyuntiva a cerrar los ojos y volver a cantar el himno patrio como cuando lo hacía de niño, prefiero cantar con valentía y firmeza, los ojos abiertos señalando un largo camino por recorrer, luchas por disputar, erguida la cabeza hacia un horizonte libre y común.